top of page

LA TOSCANA

 Septiembre 2011

 

Campos ondulados donde los colores ocres y verdes contrastan con el cielo, pueblos amurallados que muestran orgullosos sus bastiones, pequeños restaurantes donde la bienvenida tiene aroma a trufas y oliva. Alquilamos un auto y nos dispusimos a que los caminos nos lleven a conocer la Toscana.

 

Itinerario
Lucca  -  
Volterra  -  San Gimignano  -  Montereggioni  -  Siena  -  Asciano  -  Buonconvento  -  Montalcino  - San Quirico del' Orcia  -  Bagno Vignoni  -  Pienza  -  Montepulciano  -  Radda en Chianti  -  Panzano en Chianti  - Greve  -  Florencia  -  Milán

 

La Toscana es un viaje para sentir, disfrutar del paisaje y perderse entre los caminos sinuosos que conectan un pueblo medieval con otro. Los colores del otoño habían convertido en esta zona en una paleta de ocres, verdes y marrones. Decidimos nuestro itinerario moviéndonos por las pequeñas comunas de la región. En muchas pasamos medio día, en otras elegimos quedarnos a dormir. Teniendo sólo una semana y sabiendo que algún día volveríamos cuando los campos estuvieran florecidos, nos relajamos y pusimos el GPS para que nos guíe por los caminos sin asfalto.

 

Día 1 y 2. Lucca

 

Salimos´de Menton en tren hasta Génova. Habíamos alquilado el auto en el aeropuerto, asi que nos tomamos un taxi desde Piazza Principe con otra pareja dispuesta a compartir el trayecto. Estaba lloviznando y hacía unos pocos dias habían vivido unas de las peores inundaciones en muchos años en toda la zona de Florencia.

 

Teníamos que hacer 160 km y calculamos que estaríamos al atardecer, pero llegamos de noche. Reservamos el B&B Lucca in Villa frente a la zona amurallada, cercana a una de las puertas del casco antiguo (Villa Elisa), básicamente porque tenía estacionamiento. En este viaje, el auto nos condicionó bastante en la elección de los hoteles.

Cuando llegamos no había nadie, pero nos habían dejado en la puerta un sobre con todas las indicaciones y las llaves. Dejamos las cosas y fuimos a recorrer la ciudad.

 

Lucca conserva intacta su riqueza medieval. A pesar de estar ubicada entre Pisa y Florencia, “la ciudad de las 100 torres y las 100 iglesias” no es de las más visitadas en la Toscana y nos dejó gratamente sorprendidos.

Las murallas son el ícono de la ciudad y como nunca fueron utilizadas en ninguna batalla, estan en perfectas condiciones. Se puede caminar por arriba tanto a pie como en bicicleta y viene siendo como la rambia de muchos otros países. En bici dar la vuelta los 4km lleva menos de dos horas y si se programa al atardecer, mucho mejor.

viaje la toscana lucca / la orilla infinita
viaje la toscana lucca/ la orilla infinita
viaje la toscana lucca / la orilla infinita
viaje la toscana lucca/ la orilla infinita
viaje la toscana lucca / la orilla infinita
viaje la toscana lucca/ la orilla infinita
viaje la toscana lucca / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana lucca / la orilla infinita

La Piazza del Mercato es única por su forma elíptica y en la antuguedad fue un anfiteatro. Las cuatro puertas daban a los cuatro puntos cardinales y era por donde saílan los gladiadores romanos en el siglo I. A pesar de que fue transformado en residencias, todavía se pueden ver algunos restos de los muros externos originales. Alrededor está lleno de restaurantes, cafés, heladerías y negocios. Esa noche nos decidimos por una ostería que quedaba atrás de la plaza, con las típicas mesas de manteles cuadriculados rojos y blancos. Era la postal perfecta de nuestra primera noche en la Toscana. Lamentablemente la comida no tenía personalidad, ni gracia. Evidentemente trabajaban con turistas que como nosotros, caían con la típica imagen de trattoria italiana. Ni siquiera zafó el vino de la casa. Por suerte nos quedaban muchos días por delante.

Caminamos un poco por la Vía Fillungo, que es la más animada de la ciudad y en la plaza donde está la iglesia de San Michele nos quedamos un rato viendo la cantidad de chicos que se reunían para hacer la previá del sábado a la noche.

 

Día 2. Lucca-Volterra-San Gimignano

 

Después de desayunar en un jardincito al aire libre en el hotel, nos dispusimos a recorrer la ciudad. Subimos a la Torre Guinigi, construida en 1390 por la familia más adinerada y poderosa de Lucca, desde donde se podía apreciar una vista increible de la ciudad. Lo más curioso de esta torre era el jardín de encinas seculares que se encontraba arriba.

 

En esta ciudad se podría entrar a decenas de iglesias durante todo el día, pero para nosotros las mejores fueron la del Duomo de San Martino, que guarda el Volto Santo, un crucifijo de madera del XI, que se dice llegó en un barco sin tripulantes desde Tierra Santa, la iglesia de San Frediano y la más céntrica que es la de San Michele in Foro. Caminamos un rato por las callecitas y al mediodía, como teníamos que llegar a Volterra, no nos dió para visitar la casa museo de Puccini, ni la Torre de las horas.

Eran casi 100 km desde Lucca con el auto, pero ya sabíamos que eran rutas regionales de una sóla mano y que tardaríamos un poco más.

viaje la toscana volterra/ la orilla infinita
viaje la toscana volterra / la orilla infinita
viaje la toscana volterra / la orilla infinita

Durante el camino, que nunca resulta monótono, al final de cada subida nos esperaba una nueva postal. Curvas precisas enmarcadas con los característicos cipreses formaban una nueva pintura ocre, en la que las tierras cultivadas subían y bajaban mostrando un sendero angosto y sinuoso que llegaba hasta una casa de piedra con tejas rojas. Dejamos el auto en un estacionamiento extramuros. No podíamos perder tiempo, porque ya teníamos reservado el hotel en San Gimignano.

Volterra se encuentra sobre una colina. Quizás el acceso, no tan directo desde Florencia (desde Pisa es más directo), hizo que pase inadvertida a las hordas del turismo, hasta que a Stephenie Meyer, creadora de la saga Crepúsculo, se le ocurrió situar la residencia de los vampiros Volturi en este pueblo.

Las construcciones se remontan al siglo VII a.C. cuando a esta región se la conocía como Etruria, que llegó a dominar buena parte del mediterráneo hasta que fueron absorbidos por los romanos en el siglo IV a.C. Los etruscos fueron un pueblo avanzado que cambió el rostro de la Italia central a través del uso de la irrigación para conquistar tierras que anteriormente no eran cultivables, y por su costumbre de erigir ciudades en fuertes sobre colinas de fácil defensa. Tanto los etruscos como los romanos dejaron su huella en el entramado de callejuelas empedradas. 

Paseamos por el casco antiguo. Las calles estrechas trataban de evitar salirse de las murallas y había lugares en los que para encontrar la salida, se requería de mucha intuición y orientación.

 

En la Piazza dei Priore, había una muestra de autos antiguos, algunos de ellos increíbles. Dimos unas vueltas y nos quedamos sentados mirando un mini concierto de un músico que tocaba la flauta traversa frente al Palazzo dei Priori. Algunas teorías dicen que fue el edificio en el que se basaron para hacer el Palazzo Vecchio de Florencia, porque son muy parecidos.

Todo el ambiente era mágico y atemporal. Compramos una cajitas de alabastro y una escultura de bronce del Ombra della sera, que es una réplica del hombre etrusco que está en el museo.

Lo más hermoso era que atrás de un callejón cualquiera, podía aparecer un lugar fascinante. En la Piazza San Giovanni estaban los templos religiosos más importantes de la ciudad, la Catedral y el Baptisterio. A lo lejos veíamos un castillo como salido de uno de los cuentos clásicos. Fuimos caminando atravesando algunas ruinas romanas, pero en un punto ya no pudimos pasar. Nos enteramos de que ese hermoso edificio era la Fortezza Medicea, una cárcel de máxima seguridad, y que dentro de sus muros, funcionaba un restaurante "atendido por sus dueños". El pianista tiene cadena perpetua por asesinato y los cocineros le pisan los talones con la misma condena. El menú es vegetariano y hay que reservar con una semana de anticipación, ya que chequean tus antecedentes penales. En la entrada hay que dejar celulares y bolsos y atravesar varias puertas de metal con una escolta de guardias armados.

A pesar de las infinitas curvas, el paseo alrededor de la muralla para ver el teatro romano y las vistas del pueblo, es imperdible. Ya estaba bajando el sol, así que nos adentramos en la ruta rumbo a San Gimigniano, a tan solo 30 km.

Como nuestro GPS no estaba programado para agarrar ninguna autopista, el sinuoso camino iba bordeando paisajes salpicados de pequeños pueblos. La ventaja de tener un auto propio hacía muy difícil la elección, porque cada vez que veíamos un pueblo amurallado, viñedos o paisajes aferrados a las colinas nos daba muchas ganas de quedarnos.

Las altas torres que se divisaban sobre el cielo violáceo, confirmaban el mote: la “Manhattan medieval”.

En la Edad Media, fue una parada importante en el camino que unía Francia con Roma y se transformó en una ciudad comercial, haciendo que muchos nobles se establecieran dentro de las murallas. Las 14 torres (que en ese entonces eran 72), eran un símbolo de poder y riqueza entre las familias. A más altura, más poder.

 

Habíamos reservado un B&B (La Mandragola) dentro del casco histórico, por lo que dejamos el auto en un parking. Un cartelito en la puerta decía que atendían hasta las 18.30 y eran las 19. Tocamos timbre y llamamos por teléfono a un número que ponían en la puerta para comunicarse, pero no hubo caso. Como en casi todos los pueblos, los vecinos que estaban enfrente nos estaban mirando por la ventana y nos ofrecieron su ayuda. Cuando por fin lograron localizar a la empleada, nos abrieron y nos acomodaron en un cuarto muy sencillo y prolijo. Salimos apurados a dar una vuelta por la ciudad, que ya nos regalaba un cielo incomparable.

La verticalidad asombrosa de las construcciones medievales quedaba más expuesta a esa hora, donde la iluminación era tenue y las sombras se apoderaban de a poco de los espacios.

Casi todos los negocios estaban cerrados, así que nos fuimos a cenar a un restaurante que recomendaba Tripadvisor llamado Mum Quibus, que quedaba cerca del hotel (en realidad todo era cerca del hotel). Nos sentamos en una mesa al fondo, en un pequeño jardín alumbrado por la tenue luz de las velas. De entrada pedimos huevos con trufas y fue el principio de un nuevo romance. Obviamente estoy hablando de las trufas. Desde ese momento no pudimos dejar de pedirlas en ninguna otra comida en La Toscana. El menú del lugar era increíble y también el ambiente. Súper recomendable.

Cuando terminamos, nos sentamos en la plaza de la Cisterna que estaba iluminada por el brillo de la luna, y tomamos un helado de la gelatteria Dondoli, a la que volvimos varias veces más. Habíamos leído que las noches eran para disfrutarlas, ya que las hordas de turistas copaban la ciudad desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde.

viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita

Día 3. San Gimignano, Monteriggioni, Siena

 

Después de desayunar en un jardincito del hotel, nos dispusimos a recorrer la ciudad.

Con la luz del día las torres tomaron protagonismo y nos guiaron otra vez hasta la la Piazza del Duomo o de la Catedral

(que en realidad es una colegiata a la que se accede subiendo por unas escaleritas). Este punto sería como el centro de San Gimignano.

Volvimos a la heladería y a la Plaza de la Cisterna, el espacio más medieval de la ciudad, con sus largos torreones, palacios y el adoquinado original. Desde el Palazzo del Podestá se podía subir a la Torre Grossa, desde donde se puede ver toda la ciudad y el campo toscano.

 

San Gimignano tiene dos arterias principales: Via San Giovanni y Via San Matteo llenas de arcos donde se encuentran negocios y galerías de arte (la mejor es la Gagliardi). Compramos limoncello y un descorchador de vino.

Caminamos con la intención de llegar hasta la Rocca de Montestaffoli, la fortaleza de un viejo castillo que perteneció al Obispado de Volterra, pero nos quedamos por la mitad, viendo las hermosas vistas de los alrededores. 

Cuando empezaron a venir los micros con cientos de turistas nos subimos al auto y nos fuimos rumbo a Montereggioni.

viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita
viaje la toscana / la orilla infinita

Los campos cargados de olivares, cipreses y viñedos conformaban un paisaje otoñal teñido de marrones. Fuimos por una carretera secundaria y llegamos rápido porque eran solo 30km.

Monteriggioni está en lo alto de una colina y su muralla circular, una de las mejores conservadas de toda Italia, la hacían más atractiva.

Dejamos el auto en el estacionamiento y atravesamos la gran puerta de la ciudadela. Aclaro que todos los estacionamientos a los que fuimos son tarifados, pero en este tipo de viajes, tiene que estar incluido dentro del presupuesto. El auto es indispensable para poder disfrutar de cada lugar, meterse entre viñedos y hacer un picnic, quedarse en mini pueblitos apreciando el paisaje o escapar de las ciudades ancla elegidas por las agencias de viajes.

 

Monteriggioni se creó como bastión defensivo, en el caso de que hubiera guerra entre las repúblicas enemigas: Florencia y Siena. Aprovechando las formas de la colina, los sieneses crearon una estructura amurallada perfecta, con catorce torretas y dos puertas de acceso.

El pueblo es minúsculo pero muy pintoresco y se podía recorrer en muy poco tiempo. La plaza principal tiene una iglesia, un hotel, algunos restaurantes y una buena vinoteca, donde por supuesto compramos un excelente vino montepulciano para nuestro siguiente picnic. Habíamos decidido no perder tanto tiempo al mediodía sentándonos en ningún restaurante, así en el camino, teníamos la excusa perfecta para buscar los mejores escenarios dentro de viñedos o en la cima de alguna colina.

 

Caminando por las callejuelas, tratábamos de dilucidar dónde se habían filmado las películas La vida es Bella o Gladiador. Estas murallas también sirvieron de inspiración para Dante Alighieri en una parte de la Divina Comedia, quien alguna vez recorrió estos mismos caminos.

viaje la toscana / la orilla infinit
viaje la toscana / la orilla infinit
viaje la toscana / la orilla infinit
viaje la toscana / la orilla infinit
viaje la toscana / la orilla infinit
viaje la toscana / la orilla infinit

Llegamos a Siena a primera hora de la tarde. El hotel Athena estaba ubicado del lado de adentro de las murallas y lo elegimos porque tenía estacionamiento. 

Lucca:

Lucca en Villa Elisa. Con desayuno y estacionamiento. En las afueras de la muralla pero a 100mt de la puerta de entrada Elisa. Ubicación excelente. Llegamos fuera del horario de entrada del B&B y nos dejaron un sobre con todo preparado. Tiene wifi. Volvería.

Viale Armando Diaz 71.

 

San Gimignano:

Locanda La Mandragola. Sin estacionamiento (lo dejamos en un parking) y está adentro de las murallas. Un B&B, que llegamos después de las 19 y no había nadie para recibirnos. Tampoco contestaban el celular que dejaron en la puerta. Nos ayudaron los vecinos de enfrente y pudimos entrar. Bien ubicado (todo está cerca). Habitación correcta. Tiene jardincito para desayunar. Tiene wifi. Volvería

Gelatería Dondoli

 

Siena:

Hotel Athena. Con estacionamiento propio al lado del hotel. Está intramuros pero en el límite. Bien ubicado. Desayuno correcto. Habitacion sin internet (solo abajo y malo). Buena recepción y servicio. Con auto volvería.

 

Bagno Vignone:

Ostería dell'Orcia. En medio del campo toscano. Lindas habitaciones pero sin vistas que es lo que fuimos a buscar. Excelente el restaurante. Desde ahí se hacen algunas excursiones caminando. Tiene wifi. Buen servicio. Conocimos otro por la zona que es un agriturismo Poggio Covili. muy estilo toscano, súper lindo y con vistas increíbles. Iria a este y comería en el otro.

 

Montepulciano:

Residenza Fabroni. En el centro de la ciudad, intramuros, tiene parking propio. Es una casa del siglo XVI, bien arreglada. Desayuno casero. Servicio y dueños espectaculares. Wifi sólo abajo. Volvería. 

 

Radda in Chianti:

Villa Vistarenni. Dificil de encontrar, una mansión impresionante con vistas y atardecer en Radda. Eramos los únicos huéspedes y de noche queda solo una señora (un poco de miedito). Desayuno y estacionamiento. Wifi en espacios comunes, no en las habitaciones. No tiene restaurante.

 

Florencia:

Villa Carlotta.  Ubicado a 10 cuadras del Ponte Vecchio, a 3 cuadras de la puerta romana. Tiene estacionamiento. Hotel correcto, desayuno flojo. Wifi. Sin auto no vuelvo y con auto…..

 

Restaurantes

En casi todos pedimos vino rosso de la casa. Menos en Lucca, todos muy buenos.

 

Lucca:

Ostería Baralla. olvidable hasta el vino. Regular.

 

San Gimignano: 

Cum Quibus: imperdible. Via San Martino 17. Reservar. Excelente.

Helados Dondoli. Muy buenos

 

Montepulciano:

Borgo Buio oficina del gusto. Eramos los únicos clientes, con lo que la atención fue más que buena. Comida rica. Muy bueno.

 

Siena:

Dolceforte. El local no se parece a lo que uno busca, pero la ensalada de funghi porcini era extraordinaria. Comida rica. Muy bueno.

 

Florencia:

El cinghiale bianco. Bien, muy buenos los funghi porcini a la plancha. Bueno

4 Leoni: excelente y con platos locales pero con algo mas. Excelente.

 

Radda in Chianti:

La bottega di Giovannino. Bueno.

 

Bagno Vignoni:

Osteria dell'Orcia. Excelente. 

bottom of page