La Orilla Infinita
Breve historia de Japón
La influencia de China sobre Japón se remonta a los tiempos desde que la región aún era una isla de pescadores, abarcando desde la escritura que hoy sigue utilizándose (junto a otros caracteres nipones que se crearon siglos más tarde), hasta la introducción de la religión budista que se encontró con el sintoísmo, la religión nativa de las islas. El sintoísmo se basa en la adoración de los espíritus de la naturaleza y la veneración a los antepasados. Ambas religiones confluyeron en armonía, ya que los espíritus sintoístas se presentaron como manifestaciones de Buda y este tipo de budismo pasó a ser la religión oficial.
El estado japonés se creó recién en el siglo VIII con capital en Nara. Allí vivía el emperador, considerado un descendiente de los dioses. La organización del estado estaba muy centralizada en la capital y sus alrededores, mientras en las zonas más alejadas se sucedían diversas luchas por la propiedad de las tierras. Las clases más ricas viendo peligrar sus bienes, encomendaron su seguridad a guerreros profesionales dando origen a los samuráis.
En el año 794 la corte del emperador trasladó la capital a Heian-kyō (actual Kioto), donde se empezó a gestar una cultura artística refinada entre la aristocracia. La organización del estado pasó a ser feudal. El emperador simbolizaba el poder divino pero el poder militar y político lo ejercían clanes de guerreros samuráis que comenzaron a reclamar la autonomía de las provincias. Revueltas, disputas, guerras entre clanes y familias se alternaban con épocas más pacíficas. En 1185 la familia Minamoto estableció su dinastía como Shogun (“el señor de la guerra”, el líder militar) y se inició un periodo marcado por la ideología militar y el budismo zen que duró varios siglos.
Shogun Tokugawa, el shogun que asumió en 1598, decidió gobernar desde su castillo situado en Edo, un pequeño pueblo pesquero. El gobierno trasladó allí la capital que con los siglos se convertiría en Tokio.
Las primeras relaciones de Japón con Europa empezaron en los siglos XV y XVI con la llegada de mercaderes portugueses, holandeses, ingleses y españoles y algunos misioneros cristianos se establecieron en el sur de Japón.
Pero a comienzos del S.XVII el shogun empezó a sospechar de los misioneros pensando que se trataba de una posible conquista militar por parte de los europeos y tras expulsarlos, prohibió el cristianismo cerrando las fronteras del país a todos los extranjeros y también a los propios japoneses que ya no podían salir del país.
Comenzaba un periodo de 230 años de aislamiento total, en el que Japón no recibió influencias ni avances tecnológicos del exterior. Cuando Europa y EEUU estaban en plena revolución industrial, Japón continuaba con la rueda y el burro en un país feudal dirigido por samuráis y por un emperador de estirpe divino.
En 1853 una escuadra de guerra americana arribó a las costas japonesas. El oficial a cargo le propuso al shogun firmar un tratado comercial entre ambos países, pero el emperador lo obligó a expulsarlos. El shogun no podía enfrentarse a los barcos americanos con sus modernos cañones y firmó el tratado que abriría las fronteras de Japón y le costaría la renuncia. Otra vez el emperador volvía a ser el único gobernante del país.
El aislamiento total generó en los nipones un sentimiento patriótico casi irracional. Pensaban que el trabajo por el beneficio del país, de la comunidad o de una empresa, les llevaría al beneficio colectivo primero y por ende individual. El nuevo emperador Meiji inició una transformación completa del Imperio que entró de lleno en la vía del progreso y en poco tiempo se modernizó completamente. El sistema feudal fue abolido y el modelo occidental se adoptó para el sistema legal y de gobierno. Innumerables reformas sociales y económicas convirtieron Japón en una potencia mundial en pocas décadas.
La autoconfianza y el crecimiento del país los llevó a intentar ampliar sus fronteras en las guerras contra China y Rusia anexando Taiwán, Corea y otros territorios a su imperio.
La crisis económica mundial del ’29 hundió las exportaciones niponas lo que produjo pobreza y descontento con una clase política considerada débil. Surgió un fuerte sentimiento nacionalista y una mayor confianza del pueblo en los militares que en 1931 provocaron la invasión a Manchuria (China).
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Japón aprovechó la situación para invadir Corea, Tailandia, Myanmar, Malasia y parte de China, donde intentaron imponer por la fuerza su lengua y su cultura. Japón se sentía fuerte y sus siguientes objetivos eran India, Australia y Hawaii.
En 1941 Japón entró en la guerra atacando por sorpresa la base norteamericana de Pearl Harbor en Hawaii. Tras unas cuantas victorias iniciales, los nipones cayeron derrotados lo que cambió radicalmente la situación en el Pacífico. Estados Unido atacó decenas de ciudades japonesas en bombardeos que las redujeron a cenizas, debilitaron su fuerza aeronaval y sus centros de producción.
Con casi todas las colonias perdidas, más de dos millones de víctimas, una declaración de guerra de la Unión Soviética y las dos bombas nucleares en agosto del ‘45 en Nagasaki e Hiroshima, el emperador Hirohito anunció la rendición incondicional de Japón. El país fue ocupado por fuerzas estadounidenses que disolvieron el ejército, liberaron los territorios invadidos por Japón y suprimieron el poder político del emperador que pasaría a manos de un primer ministro elegido por el parlamento. Los norteamericanos ocuparon Japón hasta 1952.
Se aprobó un programa de recuperación económica que permitió una expansión, se generaron excedentes comerciales masivos y se apostó e invirtió en investigación y nuevas tecnologías en campos como la informática, la robótica y la industria del automóvil.
La economía del país creció exponencialmente hasta que en la década de los noventa comenzó una recesión de la que ha empezado a recuperarse los últimos años.