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CARLOS PÁEZ VILARÓ

Un Pincel con mucho vuelo

Septiembre de 2003

¿Su familia quería un hijo doctor?

Mi padre era abogado y profesor de economía, nunca influyó en mis elecciones, como yo no influyo en la de mis hijos. Me gustaría que ellos pintaran, pero la única es mi hija Agó. Ella es la prolongación de lo que yo hago y entró en un área muy espiritual, que a mi también me hace bien. Con Agó tengo un diálogo muy diferente al que tengo con la gente en general. Nos ayudamos mutuamente y estamos siempre en contacto. Agó integra mucho su pensamiento filosófico a la pintura.

 

¿Cómo define al arte?

El arte esta en todo. No es solamente pintor quien pinta un cuadro. El arte esta en la calle, en un hombre que sabe montar bien a caballo, en un buen cocinero o en un modisto que pone sobre la mujer -que es el arte mas lindo que ha creado Dios- su color y su énfasis.

Yo no tengo miedo de pintar un felpudo y que se limpien los zapatos en él, no tengo miedo de pintar una heladera, un avión que pasa y que vuela por el aire como acercando mi pintura a Dios. Yo no tengo miedo de pintar la tapa de un disco o de un libro o por hacer la etiqueta de un vino o una cerámica. Creo en el arte integrado a la vida..

 

¿Cuánto hay de inspiración y cuánto de trabajo?

La inspiración es un momento mínimo, un chispazo, como un relámpago en el horizonte. El trabajo es desgaste, es amor, es el acto sexual frente a la tela o al material que tenga entre las manos. Cuando empiezo un cuadro a veces lo encadeno en cientos de dibujos, con esa misma inspiración. Si veo una mujer que me impactó, hago 30 mujeres seguidas. Ahora estoy haciendo una serie de 100 dibujos, sigo metiendo colores y quedo encantado, algunos no me gustan y los retoco, pero después los reviso y me gustan todos.

 

¿Murales o telas?

La pintura mural, es la pintura generosa, abierta, un regalo a la calle. Es para todos: los mozos, el policía que viene con las botas sucias o los novios que se besan al pie del mural.

En cambio la pintura de caballete que hacemos todos los pintores para sobrevivir, es una pintura egoísta porque la pueden adquirir sólo aquellos que tienen un poco de dinero. La pintura mural me ha acompañado toda la vida y por otro lado me da placer saber que la pintura ayuda a la vida. Hay muchos artistas que se han encumbrado y que son realmente talentosos, pero que perdieron la humildad de acercar el arte a la gente.

 

¿Por qué lo acarició el candombe?

Esta inspiración me vino por Argentina. Me nace el deseo de dibujar tratando de parecerme a los grandes de la época: Divito, Dante Quinterno, Lino Palacios. Empecé a hacer dibujos en los cabaret del bajo. Las mujeres de la noche me llamaban “el oriental” y yo me sentaba en una mesa y dibujaba el tango y la milonga. Tenía 18 años.

Cuando volví a Uruguay, no había ni tango ni calle Corrientes y me faltaba la inspiración. En ese momento pensé que no era pintor sino que sólo había sido un momento. Hasta que vi pasar una comparsa de negros y la perseguí entrando en el conventillo como quien entraba en un mundo nuevo: la puerta pasó a ser la garganta que me permitía tragar.

 

¿Qué le recuerda el nombre “Yacumenza”?

Me recuerda a la brasilera que vivía en el conventillo Mediomundo, cuando comenzábamos a tocar decía “ ya cumenza o ruido”. Yacumenza se llamó la habitación que yo tenia en el conventillo. Guardaba los cuadros debajo de los colchones, porque no estaban pintados en tela sino en cartones. Tenía 30 cuadros uno arriba del otro. Yo estaba integrado a la gente del Mediomundo, los respetaba mucho. Era una usina del folklore, 50 familias unidas en una vida comunitaria maravillosa. En un momento eran todo negros y era apasionante llegar al patio y ver los piolines con la ropa colgando, los tambores, los niños jugando...Cuando tiraron abajo el conventillo fue un dolor muy grande, yo estaba en NY y lo hicieron en mi ausencia porque sabían que de alguna manera iba a tratar de detenerlos. Fue demolido por la incomprensión. Estoy rastreando algunas de las obras de aquella época para poder comprar alguna, me quedaron muy pocas, 4 o 5 que no son de las grandes comparsas.

 

¿Se inspiró en Figari?

Descubro a Figari cuando su hija me muestra los cuadros y me envuelve el deseo de pintar como él. Como yo era muy fanfarrón pensaba “al viejo le voy a ganar, porque él pintó basándose en el recuerdo cuando tenia 60 años y yo voy a pintarlos mientras los miro”. De alguna manera, paso a ser considerado como el pintor de los negros. Me meto en las comparsas, en la vida de los tablados, en la vida nocturna de los ensayos y me descubro a mi mismo: ahí me doy cuenta de que iba a ser pintor.

 

¿Sigue tocando los tambores en Morenada?

Sigo en Morenada, que es la agrupación mas antigua del conventillo del Mediomundo, donde empecé a pintar. La batería nuestra tiene 120 tambores.

 

¿Nunca estudió pintura?

Yo nunca tuve maestros, era autodidacta así que me arrimaba a otros artistas para extraer como una aspiradora algo bueno para mi oficio. Quizás fue un error, porque pienso que si hubiera tenido maestros mis pinturas tendrían más vigor pero también hubiera perdido espontaneidad.

 

¿Le gusta estar en un círculo de pintores?

No, yo he renunciado al diálogo de café. El café te posterga. Mientras los muchachos discuten una teoría intelectualizada sobre el arte, yo pinté 5 cuadros. Prefiero producir. Cuando venían personajes particulares, como el caso de Neruda, la mesa de café era un placer. Los mejores versos que escribió en su vida Don Pablo, las mejores metáforas, las expresó en una mesa de café y quedan flotando en la acústica de la ciudad. En la improvisación, el artista dice cosas que nunca podría escribir en un libro.

 

¿Trabaja con música o en silencio?

Vivo con la televisión prendida mientras trabajo y escucho las noticias. Me quiero amargar (risas), no puedo aceptar lo que está pasando con toda esta violencia. También trabajo con música, la pongo tan fuerte que se escucha desde la calle.

 

¿Qué pintura millonaria tendría en el living?

Yo soy un gran admirador de Pablo Picasso. Fue un gitano maravilloso, un gran hacedor, todo lo que toco lo convirtió en arte.

 

¿Cómo es vivir en una “casa- escultura”?

Es parte de ti mismo, como que estas dentro de tu propio cuerpo. Les di el mismo confort a los objetos que tengo. La casa nace porque queria acomodar los objetos que traia de los viajes. Si tenia una máscara de Nigeria o una escultura de Ceilán, les pensaba un lugar, armando huecos para que ellos vivan.

 

¿Qué lo motivó a realizar el rito del sol?

Hace 10 años empecé por una inspiracion con mis amigos más cercanos y le dije a mi mujer que iba a probar de hacerlo para otros, para ver qué reaccion tenían. Fue inevitable. Ahora ya es infaltable y a las 7 de la tarde aunque esté nublado, se realiza la ceremonia del sol. Es un momento de recogimiento, ecuménico.

 

¿Apoya a algunos artistas jóvenes?

He ayudado todo lo que pude, he tenido un taller de cerámica maravilloso. Casapueblo estuvo abierta a todos los artistas que quisieran tocar o pintar, pero vinieron las malas epocas y se hizo muy dificil. Yo solventaba lo que podíamos. Casapueblo debio ser una escuela ecológica para que la juventud pudiera venir becada de todas partes del mundo, pero no pudo ser. Ojalá pueda hacerlo en Casapueblo Tigre.

 

¿De qué se trata el proyecto del Tigre?

Viví muchos años en Argentina y compré una casa antigua de madera del año 1880 en el Tigre, a la que le fui añadiendo el taller y una casa. Hoy, restaurada y acondicionada, va a funcionar como un proyecto cultural para realizar eventos, exposiciones o presentaciones de índole cultural y social, con una muestra permenente de mis cuadros. Ahora estoy radicado en Casapueblo de Punta Ballena.

 

¿Cuál fue su visión al pintar los aviones de PLUNA?

Para hacer el dibujo me inspire en el sol, para que competiera con el de arriba en las alturas. Un avión es una coraza enorme. Me acuerdo que estaba de espaldas cuando terminé de firmar el dibujo y de golpe sentí un aplauso. Me di vuelta y había 50 personas de Varig, vestidos con sus uniformes, cada uno con su función y sentí como si hubiera terminado un concierto. Cuando lo vi partir fue una gran emoción, era como un cuadro volador. Yo lo pinté en Porto Alegre y para inaugurarlo, lo trajeron de noche, en secreto, como un fantasma. Al día siguiente venían todos los invitados y me pidieron que comandara el avión. Yo iba con el piloto carreteando por la pista y adelante nuestro había 50 tambores uruguayos, fue maravilloso.

 

Autodidacta y creador de un estilo propio, Carlos Páez Vilaró plasma en sus obras la libertad y el vuelo de su pincel. Sus telas y esculturas son consecuencia de experiencias aprendidas en desafiantes viajes realizados alrededor del mundo, donde la mezcla de culturas quedó concretada en el resultado de sus múltiples trabajos.

Compartió momentos con Picasso, Dalí, De Chirico y Warhol entre muchos otros que lo animaron y estimularon para seguir evolucionando en su proceso productivo.

Realizó exposiciones en París, Londres y Washington para luego establecer definitivamente su colección en el Museo-Taller Casapueblo, Punta Ballena, Uruguay.

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