top of page

BERUGO CARÁMBULA

Marzo 2006

¿Tu carrera comienza como músico?

Si. Nosotros vivíamos en Las Piedras, a 22km de Montevideo. Mi papá tocaba la guitarra y como en ese entonces no había televisión, todos los domingos se hacían grandes asados donde se tocaba, se cantaba y se armaban unas bandas lindísimas. A los 5 años yo ya tocaba la guitarra y a los 7 me pusieron a estudiar clásicos. A los 13 me recibí de profesor y un año después tenía casi 40 alumnos entre chicos y adultos. Unos primos formaron una banda de jazz y me invitaron a tocar con ellos, en realidad tuve que aprender banjo. Nos juntábamos en un club de jazz en Montevideo y en 1960, se realizó un festival a nivel nacional, donde el primer premio eran unas trompetitas de oro y 3 meses de contrato con Radio Carve. Nos presentamos y ganamos. La banda se llamaba Crazy Clown Jazz Band. Desde Las Piedras salieron 3 trenes repletos y cuando ganamos, nos llevaron en andas de regreso en una caravana de autos. Fue increíble.

 

¿Eras un ganador con las chicas?

Pasaba algo raro, porque yo no era de encarar. Siempre me encararon a mí. Como soy tímido, me cohibía hablar con una mujer. Me hacía toda una historia pensando qué es lo que tenía que decir, no solo por el hecho de conquistarla, sino de no quedar como un tonto frente a ella. Sigo siendo igual (risas).

 

¿Y el fútbol?

Soy de Peñarol porque toda mi familia lo era, pero lo mío era más de treparme a los árboles, de hacer de Tarzán y no de la pelota. Cuando era adolescente fui uno de los primeros surfistas del Uruguay. Éramos un grupo de 18 muchachos, de los cuales 15 eran guardavidas. Nos íbamos por 3 o 4 días a acampar a las playas de Manatiales o La Pedrera para poder surfear y en esa época lo único que había ahí eran olas.

 

¿Cómo te convertiste en actor?

Yo seguí tocando. Habíamos armado una banda que se llamaba Chicago Stompers, cuando se empieza a gestar un programa de TV humorístico muy pretencioso llamado Telecataplum. Nos presentamos porque necesitaban un grupo musical estable para hacer imitaciones y sátiras de películas, y preparamos un número ridículo imitando unos rusos. Creo que nos salvó que tocábamos muy bien y éramos todos muy buenos músicos porque quedamos contratados más que nada por el esfuerzo. A algunos de nosotros, empiezan a usarnos como extras: mozos, chofer, esas cosas. Lo primero que hice fue de barman y tenía que estar de relleno mientras Raimundo Soto y Ricardo Espalter estaban en el bar hablando entre ellos. Era un sketch que duraba como 10 minutos y me empecé a aburrir. Agarré una botella, la empecé a mirar, a girar, le metí el dedo e hice que no podía sacarlo. Me terminé parando arriba del mostrador, un desastre. Tuve suerte porque también podría haber salido muy mal robarle cámara a los actores principales. Desde ahí, quedé como actor la mitad del tiempo y la otra mitad como músico. El programa se transmitía en vivo los viernes a las 9 de la noche, y en el senado se levantaban las sesiones media hora antes para poder verlo.

 

¿Cómo era esa cofradía, esa fórmula uruguaya que encandilaba a tantas miles de personas?

El programa tenia tanto éxito que nos llamaron de canal 13 de Buenos Aires para hacerlo ahí. Nos vinimos en el ’64 con un contrato firmado. Fue una revolución en el plano de programas humorísticos porque nadie hacía nada igual. Lo que se acostumbraba era el humor radial, juntando 4 personas alrededor de una mesa y contando chistes. Nosotros fuimos creadores de un género y un estilo. En ocasiones actuamos 20 minutos mudos, sólo con música de fondo. Eran gags diferentes y al principio no fue masivo en Buenos Aires, pero después nos empezamos a adaptar al sistema de repetición de personajes. Con Espalter no podíamos trabajar tranquilos porque nos tentábamos mucho, teníamos que mirar para lugares distintos.

 

¿Eran unidos?

En el grupo éramos como los marineros rusos, decíamos “vamos a comprar máquinas fotográficas” y ahí íbamos todos, “vamos a comer ñoquis” y arrancábamos todos para allá. Convivíamos mucho tiempo. Al principio grabábamos desde las 8 a.m. hasta las 10 a.m. del día siguiente, porque filmábamos 2 programas juntos y veníamos cada 15 días, después nos radicamos en BS AS. Yo era famoso porque me dormía parado, una vez me agarraron adentro de un piano…

 

¿Qué significó dejar el paisito?

Cuando nos mudamos, mi hijo tenia 3 años y mi hija era recién nacida. Pero yo no sufrí mucho porque me traje a toda la familia conmigo: mi mujer, mis hijos, mis padres, mi hermano, la suegra… todos. Extrañaba el lugar físico pero no a las personas. Son cosas que no hay que pensar demasiado, porque sino quizás no las haces.

 

¿Cómo empezás como conductor?

Un productor me llamó y me propuso hacer el programa Venga y Atrévase a soñar. Un año antes veía el programa de Héctor Larrea Seis para triunfar y pensaba: “esto lo tengo que hacer yo”, así que acepté encantado. Al tener patente de cómico, tuve licencias que no les daban a conductores como Larrea o Bravo, por lo menos en esa época. En una oportunidad donde el participante me contestó mal una pregunta, pegué un salto al mostrador, lo agarré del cuello y le dije en broma “cómo va a contestarme eso…” el hombre se murió de risa y ahí se creó una especie de formato de conducción que antes no existía. Inventaba cosas todos los días.

 

Eso te valió ganarte un Martín Fierro. ¿También hiciste radio?

Si, hice de todo, teatro, radio, tele, cine. En radio hice 2 programas, uno a las 6 a.m. que se llamaba Arriba chicos donde los despertaba para ir al colegio.

 

¿No hay nada que te quede pendiente?

Volar en globo, pero tengo un vértigo espantoso.

 

¿En tu vida real sos tan gracioso como en tus personajes de TV?

Soy bastante ciclotímico. A veces soy muy gracioso y a veces no. Cuando hacíamos en teatro Inodoro Pereyra, con Miguel Ángel Rodríguez y un grupo de chicos de Videomach, salíamos a comer después de la función y nadie quería sentarse enfrente mío, porque me tentaba fácilmente y empezaba a escupir lo que estaba masticando.

 

¿Qué pensás de la televisión actual?

Soy un adicto, un “telenómano”. La tele es como el mundo: están los dos caotizados. Pienso que el humor debe ser universal. Si uno hace un gesto en el escenario, se tiene que reír un japonés, un africano, un norteamericano y un uruguayo. Para mí es válido cuando no es a costa de alguien, cuando no hay una víctima, porque así sólo se divierten los que están haciendo esa broma.

 

¿Y a vos qué te hace reír?

Soy un tipo fácil de hacerme reír. Me gusta el humor de El chavo, las comedias de Leslie Nielsen como La pistola desnuda, Dónde esta el piloto… Cuando estábamos en pleno apogeo con Telecataplum, nos juntábamos a comer y a ver películas de cine mudo. Espalter por ejemplo, era mimo y a mí me gustaba mucho la pantomima.

 

¿De qué te arrepentís?

En realidad es difícil contestar esa pregunta, porque soy el resultado de las cosas buenas y malas que me pasaron en la vida. Tuve que pasar por todo lo que viví: felicidad, sufrimiento, amores y desencuentros para poder estar acá sentado y hacer un balance.

 

¿Qué proyectos tenés para el futuro?

Me gustaría escribir un programa humorístico. También tengo pensado sacar un libro de poemas que he escrito a lo largo de todos estos años.

 

 

Su nombre es Heber Hugo, pero él los ha reunido en uno sólo, convirtiéndolo       en una marca registrada.

Berugo reúne condiciones innatas que lo han transformado en uno de los             profesionales más dúctiles y competentes: es humorista, actor, conductor,           músico y cualquier papel que le toque jugar, lo hace con idoneidad y sobre         todo con mucho carisma.

A los 60 años, ha sabido ganarse el corazón de las dos márgenes del Río de la   Plata y en esta nota nos cuenta algunas historias de su vida.

bottom of page