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GRECIA

 Septiembre 2012

 

Atenas. Día 1

 

Alguien me dijo que la capital griega era mas fea que el barrio de Once porteño. La verdad es que los lugares por donde anduvimos, me parecieron muy pintorescos, llenos de bares y tienditas, peatonales y ruinas que casi se meten en los negocios. Las iglesias bizantinas son bellísimas y en casi todas estaban oficiando una misa precedida por un hombre de barba larga y túnica negra. Lu se animó con una vela, mientras miraba asombrada cómo la gente besaba las paredes con imágenes pintadas o veneraba a los íconos religiosos estampados en las telas de los enormes cuadros.

Caminamos por el barrio donde habíamos reservado el hotel. El Nefeli es uno de los hoteles más feos que hayamos ido. Estaba bien ubicado, pero ni siquiera llegaba a la categoría de sencillo: colchones malos, almohadas duras, desayuno pobre y hormigas acechando nuestros espacios comunes. El chiste era que estábamos a tono con las ruinas de los alrededores.

Volviendo al barrio, Plaka es el centro por antonomasia y se lo conoce como el Barrio de los Dioses, porque está ubicado en la ladera oriental de la Acrópolis. Es un bello tejido de calles estrechas que suben y bajan, entre las que se mezclan casas nobles del siglo XIX, negocios, restaurantes y ruinas.

Caminamos por el barrio donde habíamos reservado el hotel. El Nefeli es uno de los hoteles más feos que hayamos ido. Estaba bien ubicado, pero ni siquiera llegaba a la categoría de sencillo: colchones malos, almohadas duras, desayuno pobre y hormigas acechando nuestros espacios comunes. El chiste era que estábamos a tono con las ruinas de los alrededores.

Volviendo al barrio, Plaka es el centro por antonomasia y se lo conoce como el Barrio de los Dioses, porque está ubicado en la ladera oriental de la Acrópolis. Es un bello tejido de calles estrechas que suben y bajan, entre las que se mezclan casas nobles del siglo XIX, negocios, restaurantes y ruinas.

Dimos unas vueltas, comimos en un restaurante con manteles cuadriculados y con muchas expectativas pedimos el vino de la casa. Siempre pensamos que en Grecia al ser un país Mediterráneo (y además alentados por las películas hollywoodenses donde el placer de los atardeceres se fusiona con una hermosa copa de vino), tendría uno de los mejores vinos de Europa. “Elegimos mal”, pensamos ese día. La próxima que sea con etiqueta.

Atenas. Día 2

 

Si veo la parte llena del vaso, el desayuno tan malo del hotel nos hizo ganar tiempo para caminar la ciudad. Ese día lo teníamos destinado a recorrer la parte más comercial de la ciudad en el barrio de Monastiraki y conocer el Museo de la Acrópolis.

Es uno de los museos con más afluencia del planeta y desde su reinauguración en 2009, de los más modernos. Está construido sobre parte de las ruinas de la Acrópolis. Después de repasar algunos cosas ya olvidadas del secundario (tipos de columnas, dioses mitológicos, arte y frisos) y de empaparnos con tanta historia, éramos merecedores de una buena moussaka. Caminamos por las calles de Monastiraki, la zona comercial más importante de Atenas y Lu hizo algunas compras.

Caminamos todo lo que pudimos, para no tener que volver al hotel inmundo.

De noche fuimos a caminar por Plaka y al llegar a la Acrópolis, vimos que había mucha gente en el anfiteatro que esta abajo del Partenón. Martin averiguó con alguien que estaba en la boletería, que se trataba de un recital de música griega, así que pensando que veríamos mínimamente a Zorba el griego y que los platos rotos volarían por el aire, se las rebuscó para conseguir las entradas a pesar de que estaba todo vendido. Por supuesto Lu se puso de pésimo humor. Ese no era el plan que habíamos acordado, pero las situaciones se suceden de maneras insospechadas. El lugar era impresionante: un anfiteatro de miles de años, mágicamente iluminado y colmado de público griego. No podíamos pedir nada más.

 

El cantante debía ser muy famoso, porque toda la gente lo acompañaba con letra y música, pero las canciones eran mitad recitadas en griego y la otra tipo Facundo Cabral. Una producción tremenda de luces, sonido, coro e instrumentos que acompañaban a un señor de barba blanca apostado en el medio del escenario del anfiteatro, pero que para nosotros no dejaba de ser un embole atómico, así que a la cuarta canción nos fuimos lo más callados posibles (no pudimos pasar muy desapercibidos porque estábamos ubicados en el centro de las gradas). Nunca aprendimos el nombre del cantautor, pero supimos que era de protesta y que había jugado un papel importante durante la dictadura griega (1967-1974).

 

Nos fuimos a comer a otro lugar de mesitas con mantel y le dimos otra chance al vino tinto, esta vez recomendado por el mozo. Yo no pude tomarlo (aclaro que veníamos de la France e Italia), pero a pesar del desencanto, la última chance se la dimos a una pequeña tienda de vinos, en la que nos mostraron varios tipos de uva y elegimos una botella entre las más recomendadas. Evidentemente lo mediterráneo les viene en la tabla y no en las copas

Santorini. Día 1

 

La más bella de las islas cicladas nos estaba esperando (a nosotros, a 200.000 rusos y 1.000.000 de asiáticos). El vuelo en Aegean estuvo genial, cortito y bien atendido. Nuestra casa de alquiler quedaba en Oia, uno de los extremos de la isla, donde las guías turísticas decían que se veía uno de los atardeceres mas lindos del mundo. El calor era insoportable y para colmo cuando llegamos no había nadie esperándonos. Llamamos varias veces hasta que nos dijeron que estaban llegando. Mientras Martín fue a alquilar el auto, con Lu nos sentamos en el barcito de la esquina a tomar un licuado y ver la gente pasar.  Es una zona de muchos turistas, con callecitas estrechas, burros que suben y bajan las escaleritas llevando japoneses. Cuando vino el encargado, nos abrió la puerta de la casa y no podíamos creerlo. Era bellísima y estaba muy bien ubicada. Tenía cuatro habitaciones, cocina, dos baños y estaba muy bien decorada al estilo islas griegas: todo celeste y blanco. Lo más lindo era la terraza en el piso de arriba, desde donde se veía el mar y la isla Caldera.

viaje grecia santorini / la orilla infinita
viaje grecia santorini / la orilla infinita

Martín nos había dado la sorpresa de alquilar un Smart descapotable, “porque si la hacemos, la hacemos bien”. Nos subimos (los 3 adelante), y con el viento que se colaba a través de toda nuestra felicidad, llegamos hasta la playa de Perissa. No hay arena sino canto rodado. Para nosotros eso es difícil de sobrellevar, pero el agua estaba hermosa. Almorzamos en un restaurante de la playa y a la vuelta paramos en Fira para ver las vistas y perdernos en los laberintos blancos de escaleras que suben y bajan. Pasamos por otros pueblitos suspendidos en los acantilados de roca volcánica. A la hora señalada, caminamos sólo unos metros para ir a ver el atardecer a un castillo que quedaba casi frente a nuestra casa. Los colores en Oia no son como en el resto de los atardeceres. No es el sol, sino el reflejo de sus rayos sobre el pueblo blanco, con los molinos de fondo y las luces que se van encendiendo dándole paso a una noche que parece salida de un cuento. Ahí estábamos los tres, abrazados, disfrutando y sin movernos hasta que cayera el último vestigio luminoso.

viaje grecia santorini / la orilla infinita
viaje grecia santorini / la orilla infinita
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Santorini. Día 3

 

Hoy desayunamos en el balcón mirando el mar y la Caldera.  Fruta fresca, yogur, baclavá y kadaif. Con las mallas bajo la ropa, nos subimos al Smart rumbo a la Playa Roja. El nombre se lo da el color de la arena, ya que todas las otras playas son de arena negra.  Para acceder hay que bajar por un acantilado. La vista desde arriba es admirable. Bajamos a juntar unas rocas volcánicas, pero no quisimos meternos al agua.

viaje grecia santorini / la orilla infinita

Seguimos el viaje visitando algunos pueblitos esparcidos en el camino y terminamos el día en el viejo puerto de Fira, bajando más de 500 escalones (300 metros) mientras intentábamos esquivar la bosta de burro desparramada y a los mismísimos equinos que no tienen reparo en llevarte puesta. Decidimos hacer la subida a bordo de los cuadrúpedos y confieso que la experiencia fue algo aterradora. Los burros son petisos y convengamos que no son los animales más inteligentes del planeta. Los pobres ya tenían el recorrido más que automatizado y no les importaba pasar uno encima del otro con tal de llegar antes a la meta. La subida era bastante empinada. Martín y Lu montaron el mismo burro y yo fui en otro. Los animales eran arengados por un encargado torpe, que cada tanto les propinaba un golpe como señal de superioridad. Llegamos sanos y salvos y dimos una vuelta por la capital de Santorini. El centrito está muy preparado para turistas, con muchos negocios, principalmente joyerías y galerías de arte. Fira es el puerto de entrada de miles de cruceristas, pero por suerte cuando la recorrimos, no había ningún barco atracando porque ya era tarde.

Volvimos a nuestra casa en Oia, y después de volver a ver el atardecer nos fuimos a comer a la terraza de un pequeño restaurante que nos había recomendado Guille.

viaje grecia santorini / la orilla infinita
viaje grecia santorini / la orilla infinita

Viaje interminable hacia el Peloponeso. Día 4

 

Hoy nos despedimos de Santorini con un día soleado, un desayuno en la terraza y un gato que nos vino a saludar.  Camino al aeropuerto, abrimos por ultima vez el techo de nuestro Smart para que nos pegue de frente el aire de la isla y volvimos a Atenas. Alquilamos un auto (esta vez un sedan) y partimos sin paradas hacia el Peloponeso. Llegamos a Epidauro con una nube negra en la cabeza. El anfiteatro es maravilloso, tiene una acústica tan nítida que sentados en las gradas más alejadas del escenario (más de 60 metros), escuchamos con claridad cómo caía una moneda. Lástima que Luli no pudo apreciarlo, porque estaba escuchando a One Direction en el Ipod.

viaje grecia santorini / la orilla infinita

El teatro fue construido en el siglo IV a.C para que entren 14.000 espectadores y es uno de los grandes símbolos de Grecia. Todos estos yacimientos arqueológicos del Peloponeso están en medio de bosques de pinos y la caminata se hace sumamente placentera. Decidimos irnos cuando empezaron a caer las gotas más violentas y a pesar de que el clima no nos acompañaba, decidimos ir a conocer Nauplia, un pueblo de casas estilo venecianas muy pintorescas. Es una ciudad tan antigua, que se cree que pudo ser una colonia egipcia, además de estar en manos de romanos y otomanos.

Con el día negro que nos atravesaba, no nos daba para recorrer el casco antiguo, así que decidimos hacer un alto para comer unos chocolates y dulces griegos.

Todavía nos quedaba un buen tirón con el auto, porque el objetivo era llegar a Delfos. El viaje se hizo insoportable. El camino tenía la forma de un intestino delgado y los últimos 79 km. tardamos 2 malditas horas en hacerlos. Luli eligió el hotel en una calle céntrica y recién nos cambio el humor cuando probamos los gyros de pollo y los kebab de cordero de la esquina.

Delfos y la venganza de los dioses. Día 5

 

Después de un buen yogur con miel y dulce de higos caseros que tenía la misma consistencia que un helado cremoso, nos fuimos a recorrer las ruinas de Delfos. Están muy bien conservadas y el entorno es conmovedor: bosques de pinos y olivos coronados por los picos Fedríades, con el monte Parnasso a la cabeza.

En el Templo de Apolo se alzaba el famoso Oráculo de Delfos, Un recinto sagrado al que los griegos consultaban sus dudas existenciales. A este oráculo se le atribuyen resoluciones de conflictos bélicos y personales y gran parte del desarrollo de la cultura helénica.

El Teatro estaba subiendo un poco la ladera, justo arriba del Templo de Apolo. Tenía una capacidad para 5000 personas y aunque no es tan espectacular como el de Epidauro, sentarse en las gradas y contemplar el entorno no podía compararse con nada.

viaje grecia peloponeso / la orilla infinita

Para llegar al Estadio, había que seguir subiendo, pero valió la pena.

Lu empezaba con entusiasmo, pero al poco tiempo no entendía por qué

a los adultos nos interesaba mirar tantas cosas viejas, más que nada

piedras encimadas unas sobre otras. Así que la dejamos enchufada a la tecnología porque según declaró antes de darle las indicaciones pertinentes, que a ella "le gustaba lo moderno".  Para terminar y justo antes de que se largara a llover, visitamos el museo, donde estaban expuestos muchos de los objetos encontrados en las excavaciones.

Cuando nos estábamos yendo, vimos a lo lejos otro templo hermoso y sin espectadores. Se trataba del Santuario de Atenea Pronaia. No había guardias, ni puertas, ni tickets de acceso. Este santuario fue construido y destruido en el siglo V antes de Cristo. A los veinte años de su construcción, fue arrasado por un desprendimiento de piedras del monte.

viaje grecia peloponeso / la orilla infinita
viaje grecia peloponeso / la orilla infinita

Antes de partir, Martín nos preparo un picnic con gyros, que comimos a los pies del templo. Inolvidable.

Nos esperaba un viaje de 3 horas desde Delfos a Meteora. No se si será que los dioses se enojaron porque somos ateos, porque no les ofrendamos alguna de nuestras papas fritas del almuerzo o qué, pero además de largarse a llover, el GPS nos mando por los caminos mas intrincados y serpenteantes, mientras mirábamos en el mapa una ruta paralela derechita, derechita, a la que no podíamos acceder. Nada grave: un poco de mareo y un poco más de tiempo. Empezamos a ver en el camino que a los costados de la ruta estaba repleto de pompones blancos que rodaban con el viento y se estancaban en alguna roca. Eran campos de algodón. Paramos el auto y nos metimos en uno para juntar flores y copos de algodón.

 

Llegamos a Kastraki, un pequeño pueblo a los pies de Meteora, entrada la noche y nos fuimos a cenar a la Taverna ( si, acá es con V)  del pueblo. Cuando el dueño nos presentó a la vieja que cocinaba, supimos que teníamos que pedirnos de todo: tzatziki, puré de berenjenas, aceitunas, tomates y ajíes rellenos con arroz, moussaka y costillas de cordero. De postre, baclava y kadaif. Volvimos al Hotel Pyrgos Adratchi.

viaje grecia peloponeso / la orilla infinita
viaje grecia meteora / la orilla infinita
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Meteora. Día 6

 

A la mañana, abrir la ventana del cuarto y ver las moles rocosas fue realmente emocionante. La noche anterior sólo habíamos visto las sombras de lo que parecían unas montañas, pero nunca imaginamos estar durmiendo frente a semejante espectáculo. Desayunamos balconeando el paisaje (yogur y mas yogur espeso, cremoso, mezclado con miel), y nos fuimos a recorrer los monasterios.

viaje grecia meteora / la orilla infinita
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En sus orígenes, los que habitaban Meteora eran eremitas que se metían en las grietas y cuevas para rezar y tener una vida de ascetismo, renunciando a los placeres materiales. Para escapar de los turcos, a partir del siglo XV los cristianos ortodoxos construyeron más de veinte monasterios a los que solo se podía acceder escalando o con una canasta impulsada con sogas. Hoy hay seis monasterios accesibles, los demás fueron destruidos por los otomanos, durante la Segunda Guerra, o están en muy malas condiciones. Algunos de los edificios parecen surgir de la misma roca, dándole una grandiosidad sorprendente. Otros, suspendidos en el cielo.

Los seis monasterios tienen un sistema de apertura rotatorio, por lo que siempre hay uno o dos cerrados y el resto abiertos (de 9:00 a 14:00 en invierno y lo extienden un poco más en verano). Todos se comunican a través de una ruta, pero el orden no necesariamente tiene que ser el lógico, porque hay que moverse de acuerdo a los horarios de cierre y apertura. Entramos a los cuatro mas lindos, y para hacer justicia, dos eran de hombres y dos de mujeres.

Los visitantes masculinos si no tienen pantalones largos directamente no entran y las mujeres teníamos que ponernos unas polleras largas porque no aceptaban ni pantalones, ni bermudas. Fue dura la pelea para convencer a Luli, y no lo logramos. Ni loca se ponía "esa pollera horrrrrenda", así que entró con las calzas que tenía y que le vinieran los barbudos a decir que no podía, que ella les explicaba algo sobre moda.

viaje grecia meteora / la orilla infinita

Uno de las cosas más curiosas de Meteora es la manera en la que los monjes accedían a los monasterios. En la Edad Media se metían acurrucados en unas redes de hilo natural (tipo red de pesca) y los subían a pulso y con fuerza. Cuando llegó la electricidad, instalaron un mecanismo algo más moderno con unas cabinas metálicas suspendidas en el aire. No pudimos ver personas adentro, pero sí vimos cómo trasladaban víveres y materiales de un monasterio a otro. Los ortodoxos con los que nos cruzamos no eran para nada simpáticos, y huían de las cámaras y las miradas de los turistas.

 

El Monasterio de San Nicolás de Anapausas está ubicado en una roca de 85 metros de altura y para acceder había que bancarse una buena subida. Lo más lindo que tenía es la pequeña Iglesia con frescos del siglo XVI realizados por Teófanes de Creta, un reconocido pintor de iconos y murales que tuvo como alumno a El Greco, y que fue el encargado de ornamentar monasterios por toda Grecia.

El Monasterio de la Transfiguración, también conocido como el Gran Meteoro es el que acapara la mayor cantidad de turistas, porque es el más grande y la subida no implica un gran esfuerzo. Fue fundado en el siglo XIV por un príncipe serbio que decidió abandonar la política y dedicarse a la vida contemplativa. Tenía tres iglesias con pinturas maravillosas y una especie de museo en el que se exponían objetos utilizados por los monjes. Lo que más le impresionó a Luli fue el osario, donde se guardaban los huesos de los antiguos moradores del monasterio.

El Monasterio de San Esteban -que no está sobre una roca- es de mujeres. Tienen una huera muy bien cuidada y vimos a las monjas pintar y arreglar cada rincón del lugar. Viéndolo tan prolijo, es difícil imaginar que durante la Segunda Guerra el edificio fue destruido en su totalidad por las tropas nazis, que lo  asumían como refugio de la insurgencia griega.

El Monasterio de Santa Bárbara, conocido como Monasterio Roussanou es también de mujeres. Para llegar, hay que internarse a través de un bosquecito hasta la entrada al monasterio. Es uno de los más chicos, sólo te dejan visitar la iglesia y está prohibido sacar fotos.

Cada vez que llegábamos al punto más alto y salíamos a los patios o terrazas de los monasterios a ver el paisaje, el silencio que se colaba entre las montañas era sobrecogedor.

Varlaam es el monasterio más fotogénico y en el que se filmó una de las películas de James Bond, pero por dentro es uno de los menos interesantes, así que nos conformamos con verlo emerger de tan imponente orografía.

viaje grecia meteora / la orilla infinita
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Uno de las cosas más curiosas de Meteora es la manera en la que los monjes accedían a los monasterios. En la Edad Media se metían acurrucados en unas redes de hilo natural (tipo red de pesca) y los subían a pulso y con fuerza. Cuando llegó la electricidad, instalaron un mecanismo algo más moderno con unas cabinas metálicas suspendidas en el aire. No pudimos ver personas adentro, pero sí vimos cómo trasladaban víveres y materiales de un monasterio a otro. Los ortodoxos con los que nos cruzamos no eran para nada simpáticos, y huían de las cámaras y las miradas de los turistas.

 

El Monasterio de San Nicolás de Anapausas está ubicado en una roca de 85 metros de altura y para acceder había que bancarse una buena subida. Lo más lindo que tenía es la pequeña Iglesia con frescos del siglo XVI realizados por Teófanes de Creta, un reconocido pintor de iconos y murales que tuvo como alumno a El Greco, y que fue el encargado de ornamentar monasterios por toda Grecia.

El Monasterio de la Transfiguración, también conocido como el Gran Meteoro es el que acapara la mayor cantidad de turistas, porque es el más grande y la subida no implica un gran esfuerzo. Fue fundado en el siglo XIV por un príncipe serbio que decidió abandonar la política y dedicarse a la vida contemplativa. Tenía tres iglesias con pinturas maravillosas y una especie de museo en el que se exponían objetos utilizados por los monjes. Lo que más le impresionó a Luli fue el osario, donde se guardaban los huesos de los antiguos moradores del monasterio.

El Monasterio de San Esteban -que no está sobre una roca- es de mujeres. Tienen una huera muy bien cuidada y vimos a las monjas pintar y arreglar cada rincón del lugar. Viéndolo tan prolijo, es difícil imaginar que durante la Segunda Guerra el edificio fue destruido en su totalidad por las tropas nazis, que lo  asumían como refugio de la insurgencia griega.

El Monasterio de Santa Bárbara, conocido como Monasterio Roussanou es también de mujeres. Para llegar, hay que internarse a través de un bosquecito hasta la entrada al monasterio. Es uno de los más chicos, sólo te dejan visitar la iglesia y está prohibido sacar fotos.

Cada vez que llegábamos al punto más alto y salíamos a los patios o terrazas de los monasterios a ver el paisaje, el silencio que se colaba entre las montañas era sobrecogedor.

Varlaam es el monasterio más fotogénico y en el que se filmó una de las películas de James Bond, pero por dentro es uno de los menos interesantes, así que nos conformamos con verlo emerger de tan imponente orografía.

Antes de emprender el regreso a Atenas, nos  merecíamos un buen almuerzo. Confieso que habíamos probado una buena parte de la carta de la comida griega, pero por suerte nos quedaba un día más. Fuimos a la “Taberna Gardenia”, la misma a la que habíamos ido la noche anterior, porque Lu quería volver por los tomates rellenos con arroz. Nosotros entre las dos comidas pudimos probar aceitunas, moussaka, souvlaki, tzatziki, ensalada griega, queso feta a la parrilla, morrones asados, todo excelente y muy casero.

En el camino, nos tentamos al ver las montañas de algodón que había a los costados de la carretera y nos tiramos de cabeza. El paisaje cambió totalmente: se terminaron las montoneras de bolitas blancas para darle paso al verde de los olivos. 

viaje grecia meteora / la orilla infinita

8. Atenas, último día

 

Para el último día sólo nos quedaba pendiente el Partenón. Fuimos a la mañana aunque las guías turísticas lo desaconsejaban por causa de las multitudes. Tenían razón. Para colmo a la hora que fuimos, había alguien importante a quien la guardia le hacía honores con trajes típicos incluidos, lo que implicaba mas gente y mas seguridad. La realidad de la Acrópolis, no es la postal que nos muestran desde que somos chicos, la realidad actual es la masificación desproporcionada y agobiante de turistas, capaz de darte en el ojo con el paraguas del tour japonés, con tal de tener una buena panorámica.

viaje grecia atenas / la orilla infinita
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El Partenón impresiona con su majestuosidad, pero también se nos hacía difícil crear un clima cuando éramos miles subiendo, bajando y tratando de que el otro no aparezca en nuestras fotos.

Desde que fue construido en el siglo V a.C, ofició de iglesia bizantina, después católica y hasta terminó en mezquita. Si alguno piensa que la mayor destrucción del Partenón se debe a la bomba que le cayo en una contienda entre venecianos y turcos, está equivocado. La mayor devastación que sufrió el monumento fue en el siglo XIX, cuando los ingleses trasladaron frisos, metopas, esculturas y columnas del edificio a su propio museo.

 

Con algunas historias delirantes de la mitología, logramos entusiasmar a Lu que tenía planificado ir de compras y de una vez por todas dejar de ver ruinas. No se cómo hace para encontrar siempre algo que le venga bien. Yo no compre nada, Martín menos y ella de todo: chucherías, ropa, zapatos, mas chucherías que iba superponiendo en sus muñecas y cuello. Se lo ganó, porque se bancó viajes pesados y mucha caminata.

Ahora en el aeropuerto esperando la hora de salida, estamos felices porque el viaje estuvo buenísimo. Habrá que esperar un año mas para seguir los 3deviaje.

viaje grecia atenas / la orilla infinita

Hoteles

Atenas: Nefeli bien ubicado, feo, desayuno malo. 

Acropolis Ami Boutique Hotel: maso ubicado, correcto, desayuno con vista al partenon

Meteora: Hotel Pyrgos Adratchi

Santorini: My Santorini Hotels

Delfos: Fedriades

Restaurantes

Atenas Alficon speakeasy

oia: restaurant 1800

Delfos: Souvlaki Gyros Pita. Calle Apollonos

Kastraki: Taverna Gardenia

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